Estaba distraida con mis cosas y de pronto escucho: -¡¡¡¡Aquí está la Navidad!!!- ¿Y bien? Pasa, anda, ponte cómoda, que estamos a mediados de noviembre y no vas a estar un mes de pie ahí en el descansillo. ¿Quieres tomar algo? ¿Te gustan los cronuts?
Pero ella ahí, callada, tiesa como un palo, que tenía yo la idea de que la Navidad era como más amable, más cálida, más de -los cronuts no, pero un surtido Nebi no te voy a rechazar-.
Y de pronto veo que la tele se ha puesto toda dorada y pienso -a ver si la Navidad sabe de teles que creo que se me han fundido varios píxeles del plasma- y no, es el anuncio de la lotería que se ha colado en casa para traernos calor de hogar, lucecitas, brillantina, ristras de espumillones y la cara más heavy del terror en el rostro de Montserrat Caballé.
Ahora todo cobra sentido; esa risa como de aflojarse el esfínter en bucle que se gasta Montserrat de natural, es la tapadera de su otro yo, ese que asusta a los niños de la Plaza Mayor. Porque a ver, que una vez pasé cerca de un rodaje y sé que para estas cosas hacen más de una toma. Y entonces, ¿de verdad esta era la mejor? ¿Qué le estabais enseñando a la señora detrás de la cámara? ¿El orto? ¿La minga? ¿El humo negro?
Menos mal que ahí estaban Marta Sanchez, Pastori y Bustamante para endulzar la cosa y pude bajarme de la buaserí. Qué miedo, coño. Yo también eché de menos alguien querido cerca para darle la mano, como la aterrorizada pareja del vídeo, pero solo estábamos la Navidad y yo, y ella parecía ajena a todo.
-A mí todo esto me la bufa-, me dijo sin mirarme -me siento un poco mujer objeto-, mientras sacaba del bolsillo un ovillo y una aguja de ganchillo y se ponía a tejer.
Estaba un poco confundida con esta revelación cuando vi a Raphael hacer un gesto extraño. ¿Qué haces Rapha? ¿Comillas? ¿Qué intentas decirnos?, ¿que luego hay bufé libre?, ¿que todo esto ha sido un espejismo? ¿Quién es esta que está aquí, sentada en mi salón, tejiendo?