Hace tiempo que no engrasan el expositor, cada vez que lo empujo, el metal chirría. De arriba abajo escudriño las fotografías, los collages, los paisajes y las bellezas locales que saludan desde una torre de postales. Para L. una playa, para J. un atardecer, para P. algo conceptual, como él.
Seis postales para seis personas. Seis minutos para decidirse bajo el sol. Seis sellos que comprar y una estafeta qué buscar. En la cartera, un papel con las direcciones, y en la maleta, un bolígrafo listo para la cancha.
La muñeca va contoneándose al ritmo de los recuerdos, este año el verano dejará huella y seis personas buscarán una vieja caja de lata en la que guardar estas letras. El teléfono en el bolsillo, mudo, celoso. El papel cartón, orgulloso, se va llenando de instantes de vida.
Hizo buen tiempo, comimos, reímos, te recordé, las noches fueron frescas, eres parte de mi vida, alquilamos un coche, desayunamos fruta, mucha fruta, emoticono, besos. Momentos de cada día en el paraíso para que sepas que me importa que existas. Seis sellos. Sigo pegándolos con saliva aunque luego me sepa mal. Uno, dos, tres... seis pedazos de papel cartón en una rendija aquí, tan lejos.
Este verano recibí una postal. Gracias R.