No sé si fue el viento o la nostalgia, pero allí, frente a la playa,
los ojos se me llenaron de lágrimas. Guardé unos minutos para despedirme
de la ciudad en soledad, en el lugar donde lo hice amargamente hace un
año, observando una ciudad en constante ansia de primavera,
allá donde los donostiarras acuden en cuanto el sol asoma.
Día
y medio de paseos por Donosti, día y medio de familia y recuerdos, de
amigos y sol. La tarde en la que llegué, apareció en mi timeline un tuit de
@juanlarzabal
que remitía a un escrito sobre La dulce Donosti en el que sus recuerdos
de niñez rescataban aquellos salones en los que se paraba el tiempo:
Maíz, Casa Otaegui, la tienda de café de Garibay, Los Italianos...
En
mis ojos una sonrisa, a mi lado, mi madre. 81 años y la memoria
intacta. Esto lo va a disfrutar, me dije, y comencé a leerle el
artículo de Javier.
- ¡Ay Maíz! Pero este hombre ¿cómo se acuerda de todo eso? Será muy mayor, ¿no?
- No tanto mamá, es de mi quinta -le dije, y ella empezó a hablar sobre el lugar, a nombrar dependientas, encargadas, pasteles, vestimentas.
Abrí el enlace de Comercios Donostiarras
y acerqué la pantalla del iPad hacia ella. Con una sonrisa de
emocionada nostalgia iba leyendo y se paraba en nombres conocidos, en
los muñecos del escaparate, en el huevo hilado, en los "bolaos". A su
lado, iba repasando mis recuerdos de aquella esquina que veía desde el
mirador de mi casa, en la calle San Marcial, a la que pensaba que solo
entraban los ricos y que me parecía la máxima expresión del
refinamiento.
Arenzana |
En Donosti quedan algunos comercios que han resistido el paso del tiempo, crisis y jubilaciones. Uno de ellos es Arenzana,
allá donde a veces, en sueños, hago cola para comprar metros y metros
de cuerda. Despierta y en Donosti, nunca dejo de acercarme a
su escaparate para ver más allá, escudriñar detrás del mostrador y rogar
porque siga allí en el siguiente viaje.
Viajes Sireica |
Viajes Sireica, en la calle Guetaria. Tras el cristal se adivinaban viajes y rutas
que nosotros nunca hicimos, con su suntuosa escalera de caracol
lamiendo el escaparate y su nombre escrito en esa fuente que en su
momento tuvo que ser rompedora. El tiempo detenido en los bajos de un
imponente edificio.
Calzados Siglo XX |
Calzados Siglo XX,
en la Avenida. Aquí entraba mi padre para saludar a Palmiro, al
que recuerdo como un hombre grande y simpático de charla enérgica.
Entonces, los mejores zapatos salían de aquí y de Ayestarán.
La Esperanza |
La Esperanza
sigue dando la cara al Nuevo Mercado de San Martín desde la calle
Loiola. Fundada en 1910, dice orgullosa desde su escaparate. Todos alguna que otra vez hemos buscado aquí ropa clásica para bebés.
Casa Erviti |
Casa Erviti,
en San Martín, frente al Buen Pastor. No hay un donostiarra que no haya
comprado una flauta aquí. Lleva desde 1875 surtiendo de instrumentos
musicales tanto a escolares como a profesionales, pero ¿sabemos los
donostiarras quién fue José de Erviti?
Almacenes Ciprian |
Ciprian,
un esquinazo clásico en el Boulevard que hace poco ha lavado la cara
exterior, respetando su esencia, aunque se echan en falta los carteles
originales. Siguen exponiendo los textiles en el escaparate como lo
hacían hace 40 años.
La Casa del Café |
La Casa del Café.
A esta tienda me ligan muchos recuerdos, mi madre siempre ha comprado
el café aquí. De niña, cuando la acompañaba al mercado, si había suerte
parábamos a compar café.
Recuerdo el ruido de la máquina de moler, los cajones en los que guardaban los distintos granos, el choque de la
pala con la madera, el olor que impregnaba ese tramo de la calle San
Marcial y que tanto tuvo que ver en que comenzara a desayunar un
cafecito con tan solo 8 años. El establecimiento se ha renovado por
completo, hay menos ruido, pero el olor sigue siendo el mismo.
Bar Basque |
El Bar Basque.
Su terraza acristalada en la calle Miramar es un clásico. Mis padres me
contaban historias de ilustres que pasaron por aquí y el cronista
de sociedad del Diario Vasco de entonces, Elcho Viadurre, daba buena
cuenta de lo que allí pasaba en los 80. En esos años, entrábamos allí en tromba adolescente a pedir invitaciones para subir al
Ku.
Bar La Espiga |
Bar
La Espiga. Hasta el mirador de la casa de la Calle San Marcial llegaba
el barullo de La Espiga las noches y mediodías del fin de semana. Si
abríamos la ventana, podíamos oler los pinchos de frito de pimiento y las
croquetas, delicias en las que siempre pienso cuando décadas después paso
por delante de este bar legendario de Donosti. Situado suficientemente
lejos del casco viejo para estar fuera del circuito, pero pionero en esto
del pintxo donostiarra antes de la moda de la cocina en miniatura.