Antes que nada os pondré en antecedentes, y es que yo soy muy de anuncios. De pequeña pasaba las navidades esperando que pusieran el anuncio del Xilomatic, para ver a esas niñas divinas dar vueltas a un rodillo con púas. De más mayor, saliendo de la adolescencia, quise ser Farala y tener mi primer día de oficina (y estar buena, por qué no reconocerlo). Y a día de hoy salgo de sufrir un atragantamiento con Yael, el niño albino de pega que robah lah olah y se atiborra a Colacaos.
Pero Yael ya es historia, y ahora vivo perpleja con la nueva película que se ha sacado de la manga Tarradellas, veamos. Cuando vi el anuncio por primera vez me quedé como un pollo deshuesado, blanda es poco, almibarada, dulzona y llorona.
Una madre con hijo adolescente cabrón (Pepe), una señora con masía, una Mobilette vieja, pajarillos hambrientos saliendo de un nido. Una abuela con superpoderes que rehabilita al nieto sin pegar una sola voz, con tomates y KH-7. Como para no engancharse.
Pero al final, aunque me cueste, siempre caigo del guindo, y me quedo sin ilusión pero con una mala leche para agriar cisternas. Porque, ¿vosotros no lo habéis notado? algo no funciona en esa familia, parecen todos tan equilibrados que dan miedo de solo pensarlo. Enumeremos.
La abuela vive en el campo, en una masía en la que planta tomates, ordeña vacas de grandes ubres, da cobijo a pajaritos que hacen su nido en ¿el granero? y calienta la leche en un caldero suspendido de la chimenea sobre un fuego de leña. Para facilitarse la vida, claro, para qué poner un cazo en una placa de inducción, hombre, eso es de blandos. Hace queso y recoge los huevos de sus gallinas, pero a la hora de sentar a los nietos conversos a la mesa, se pierde tras sombras tenebrosas, abre la nevera, y de ella salen paquetes de pizza precocinada. No me extraña que al abuelo se le caigan las gafas.
-Abuela, ¿de qué vas?- eso es lo que diría el cabroncete de Pepe si de verdad fuera un adolescente rebelde como Dior manda. Pero Pepe ni es Pepe ni es ná. Y si yo fuera Sara Montiel añadiría: ¿pero qué invento es este? ¿Qué nos estáis vendiendo? ¿Cocina de la naturaleza? Quiá!
Vayamos con la madre. La adolescencia es un período que va de los 14 años a los 19, plus ou moins, de manera que si Pepe el impostor tiene unos 16 es imposible que Laura, su madre, tenga 25, que es exactamente los que aparenta con ese pelo en melena de modeluki, ese porte espigado, y ese cutis de melocotón.
La abuela es el mal, creedme. Se da un aire al androide Data, no me digáis que no. Cuando dice -"hazme caso, tú sabes hacerlo" acojona. En esas palabras hay escondido un mensaje maléfico, probad a escucharlo del revés, seguro que ardéis en escalofríos.
- ¿Cuáles son las verdaderas razones de Laura para dejar a los niños una semana con Data?
- ¿Qué fue de la rana?
- ¿Por qué ese extra de queso?
- ¿Qué pone Laura en la pizza mientras Data no mira?
- ¿Superó Pepe su adicción a las redes sociales?
- ¿Dónde encontraron los niños globos blancos para hacer bombas de agua?
- ¿Qué necesidad hay de robar nueces a una abuela?
Ahí lo dejo. Vivo sin vivir en mí.