Desayuno Saludable en calse preferente de Renfe

Cinco horas y media de tren dan para mucho. Para leer el periódico, tuitear a saco, desayunar y escribirlo en un post. Hoy no cuento historias, os invito a que compartáis conmigo estas microviandas y os dejo la elección un poco más fácil si caéis en un Alvia en clase preferente, y os preguntan qué queréis desayunar.

En el viaje de ida me dejaron la carta en la mesa -para que escoja señora, dijeron. Escogí el desayuno Saludable (una de las dos opciones existentes) y me dijeron -lo sentimos, solo tenemos Caliente (el sugestivo y lúbrico nombre de la segunda opción). Paqué preguntas, pensé yo.

El desayuno Caliente lleva un plato salado, en ese caso unas salchichitas como deditos de bebe y un revuelto que más bien resulta una tortilla desfigurada. Según el día cambian la opción, no tiene mala pinta pero no lo probé, no puedo deciros más.


Pero vayamos al desayuno SaludableLa bandeja se compone de pan, a escoger entre blanco e integral, un curasán (o su primo delincuente), un zumo de naranja (o su cuñado reincidente), un yogur líquido, Corn Flakes, fruta, café, aceite de oliva virgen extra, tomate, mantequilla o mermelada a discreción.

Manzana, yogur y cereales

Los cubiertos son de verdad, nada de plásticos endebles, lo que me lleva a pensar que un secuestro o asesinato en un tren Alvia tiene muy poca categoría. Pero se agradece y te da visos de realidad. El pan hoy estaba decente, al contrario del viaje de ida, que hubiera calzado mesas con suma elegancia.

El curasán totalmente impostor, un microbollo de esos de bolsa que caen en todas las bandejas viajeras. La fruta era manzana cortada en bolsa de la marca Florette, bastante fresca, muy aceptable para las circunstancias.

Con el yogur, los cereales y parte de la manzana me monté un bukake saludable que hubiera hecho las delicias de la doctora Folch. El tomate Capricho Andaluz siempre me engaña y no paso de la primera cucharadita estampada en el pan. Mejor olvídenlo. La mantequilla a buena temperatura, extendida sobre el pan para hacer un poco menos digestivo el piscolabis. Del café ni hablamos, que estamos en un tren. El zumo, de un señor con nombre antiguo, Don Simón le llaman. Le dicen de naranja por el color, seguramente.

La verdad es que el desayuno no era para tirar cohetes, pero, como diría @mariamadrid (síganla, come mucho), acabé poniéndome muy gocha.