La costa gipuzkoana desde Maddiola |
Otra de las citas era subir a Valentín (hoy hotel Leku Eder) a merendar, o más concretamente a hacer una meriendacena, un género del que apenas se oye hablar ahora, pero que era todo un liberador momentáneo de amas de casa: "luego llego a casa y ya está todo hecho y vosotros cenados" era el mantra que repetían las madres en aquellas veladas.
A los diecisiete, subir al faro en un R12 destartalado era lo más; alejarse de la ciudad, aunque fuera apenas un kilómetro, el mar enfrente, la noche cayendo, y la luz por encima de nosotros. Y movíamos el esqueleto, aún en desarrollo, en el Ku, esa discoteca hoy desaparecida a la que llegábamos en bus tras mendigar una entrada en el Basque, evitando los riesgos del rally de subida y, aún peor, de bajada, que los motorizados niños de papá montaban cada fin de semana. Algunos se quedaron allí, estampados o despeñados.
Ensalada de tomate de Igeldo y antxoas frescas en Mendizorrotz |
Cada vez que vuelvo de mi dulce exilio madrileño, subo a Igeldo. Fundamentalmente a comer, que no tengo remedio, y es que en ese monte hay todo un recorrido gastronómico que merece la pena conocer. Cuando vengo con la familia, Igeldo es mi casa, alojándonos habitualmente en Maddiola, un lugar privilegiado por trato y situación, y este último verano en Iturritxo Landetxea, con igual satisfacción.
La ruta empieza doblando una de las primeras curvas, en Rekondo, un restaurante de referencia en el que el cubierto, bien regado, no baja de cincuenta euros. Pero a nosotros nos gusta ganar en metros y guardar el bolsillo, así que seguimos hacia arriba y llegamos a Buenavista, donde es obligado tomar unas raciones en la terraza. La reina entre todas ellas son los calamares; un buen momento para tomarlos, mediodía de fin de semana. Estáis avisados.
Volvemos al coche y recalamos en el pueblo. Allí podemos hacer txotz en temporada en la Sidrería Calonge, con menús de sidrería durante todo el año. Las vistas son impresionantes, el edificio se yergue como un contenedor de cemento sobre el perfil de la villa, con una enorme cara de cristal por la que dejarse seducir por la costa.
Huevos con todo en Txapela Taberna |
Mi debilidad, y el lugar al que siempre vuelvo, es Mendizorrotz, en la calle principal. Reservamos una mesa junto a la barra para picar, y si es verano mejor que mejor, pues habrá guindillas fritas, y ensalada de tomate de Igeldo, la mejor de todo el camino. No digáis que no lo sabíais.
Akelarre visto desde Iturritxo |
Finalizamos el camino en Polipaso, que es como los donostiarras conocemos al Ekaitz, otra de mis debilidades de esta ruta. Raciones y buen trato en un bar restaurante a siete kilómetros de la ciudad en lo alto de un monte, que cualquier noche entre semana y fuera de temporada luce un parking abarrotado. Por algo será. No te digo más.
Os dejo con el mapa de mi Igeldo gastronómico.
Ver Igeldo gastronómico en un mapa más grande